El arte de portear: el lazo que fortalece y promueve el bienestar mutuo
Desde tiempos ancestrales, el porteo ha sido una práctica fundamental en la crianza de los hijos. Más allá de ser una herramienta útil para cargar al bebé, es un acto de conexión, un ritual cotidiano que fortalece el vínculo emocional y proporciona seguridad tanto al bebé como a quien lo porta. Hoy, compartimos la historia de Laura, una madre que descubrió en el porteo no solo comodidad, sino un camino hacia el bienestar mutuo.
Cuando el nacimiento transforma todo
Laura había esperado con ilusión la llegada de su primer hijo. Sin embargo, el nacimiento fue más desafiante de lo que había imaginado. “Mi hijo nació por cesárea de emergencia, y no pudimos tener contacto inmediato. Me sentía desconectada, como si todo lo que había leído sobre el vínculo inicial no hubiera sucedido conmigo.”
Durante los primeros días, esa desconexión la llenaba de culpa. “Lo miraba y sentía amor, sí, pero también miedo, ansiedad. No entendía por qué no me sentía plenamente conectada.”
Fue en ese momento cuando una amiga le habló del porteo. Le sugirió probar con un fular ergonómico para ayudar no solo al bebé, sino también a ella. “No tenía nada que perder. Me sentía rota, y cualquier cosa que me acercara a mi bebé era bienvenida.”
El primer contacto: piel con piel, corazón con corazón
El primer día que Laura usó el fular, algo cambió. “Lo envolví con cuidado, como me habían enseñado en un video de porteo ergonómico. Al colocarlo en mi pecho, él se quedó dormido casi de inmediato.”
“Fue como si su cuerpo me dijera: ‘aquí es donde quiero estar’. En ese instante, el lazo emocional comenzó a tejerse con fuerza.” — Laura
Desde ese día, Laura portó a su bebé casi todo el tiempo. Caminaba por la casa, lo acunaba mientras cocinaba, o simplemente se sentaba y lo sentía respirar. “Era nuestra forma de reencontrarnos. Él me reconocía, yo lo redescubría. El porteo nos devolvió el tiempo perdido.”
El porteo como herramienta de seguridad emocional
Muchos estudios respaldan lo que Laura experimentó: el porteo proporciona al bebé una sensación constante de seguridad. El contacto directo, el calor corporal y el ritmo del corazón materno ofrecen un ambiente similar al del útero.
“A medida que pasaban las semanas, notaba cómo mi hijo lloraba menos, descansaba mejor y se mostraba más tranquilo. Yo también comencé a dormir más y a sentirme más segura como madre.”
Estas experiencias coinciden con investigaciones citadas en El secreto del buen descanso, donde se muestra cómo el porteo mejora la calidad del sueño del bebé y, en consecuencia, la del adulto que lo cuida.
El lazo invisible que lo cambia todo
Más allá de la comodidad, Laura destaca que lo más poderoso del porteo fue el vínculo emocional que creció día a día. “Ya no era solo cargarlo. Era conversar sin palabras. Saber lo que necesitaba con solo sentir cómo se movía contra mi pecho.”
“Ese contacto me ayudó a recuperar la confianza en mí misma. Me di cuenta de que no era una mala madre. Solo necesitaba un camino para conectarme, y el porteo me lo dio.”
El impacto en la crianza a largo plazo
Hoy, su hijo tiene más de un año, y aunque ya camina, el porteo sigue siendo parte de su vida. “Cuando está enfermo o se siente inseguro, me pide el fular. Es nuestro lugar seguro. Ahí donde todo empezó.”
Este tipo de experiencia refleja cómo el arte de portear no solo facilita los primeros meses de vida, sino que deja una huella emocional duradera. “Siento que nuestro vínculo es sólido porque construimos esa base de confianza desde el principio.”
El porteo como filosofía de crianza
Lo que comenzó como una herramienta práctica se convirtió en una filosofía de vida. “Aprendí a criar con contacto, con respeto, a interpretar las señales de mi hijo en lugar de imponer rutinas. El porteo me enseñó a mirar con otros ojos.”
Este enfoque está muy presente en los valores que promueve Kangutingo, donde se entiende el porteo no solo como una técnica, sino como una forma profunda de crianza con apego y consciencia.
“Portear es un acto de amor, de presencia. No es solo cargar un cuerpo, es sostener un mundo.” — Laura
Consejos de una madre que encontró el equilibrio
Al final de nuestra charla, Laura comparte algunos consejos para quienes están pensando en iniciarse en el mundo del porteo:
- No te frustres si al principio no te sale perfecto. Como todo en la maternidad, se aprende con práctica.
- Busca asesoría en porteo ergonómico. La postura correcta es clave para la comodidad de ambos.
- Hazlo parte de tu rutina. No esperes a momentos difíciles. El porteo también es prevención.
- Confía en tu instinto. Si tu bebé se calma contigo, es porque estás haciendo lo correcto.
Una historia que inspira muchas más
La historia de Laura es una de las miles que cada día se escriben en la intimidad del hogar, en el silencio de una siesta, o en el movimiento suave de una caminata con el bebé pegado al corazón. El arte de portear transforma, vincula, sostiene y devuelve el equilibrio cuando más se necesita.
El lazo emocional que nace del contacto piel con piel no solo fortalece al bebé, sino que empodera a quien lo porta. Es una experiencia de reciprocidad: mientras el bebé se calma, el adulto se conecta con su rol de cuidador desde un lugar más profundo.
Conclusión: el porteo como herramienta de transformación emocional
En tiempos donde la crianza puede sentirse solitaria o exigente, el porteo ofrece una respuesta sencilla y poderosa. Un abrazo constante que dice “estoy aquí”, “te sostengo”, “somos uno”.
Gracias al porteo, Laura no solo recuperó el vínculo con su hijo, sino también la confianza en sí misma. Y como ella, muchas otras madres y padres han encontrado en este arte una manera de vivir la crianza desde el amor, la conexión y el bienestar mutuo.
Portear no es cargar peso. Es aligerar la carga emocional de ser madre o padre. Es volver al origen, a lo esencial. Y en ese camino, descubrir que no hay nada más transformador que sostener a quien más amamos... con el corazón.