El fular: una mejor forma de movernos, una alternativa real de libertad, conexión y movimiento
En un mundo cada vez más acelerado, muchas familias buscan maneras más humanas, sostenibles y conscientes de criar y desplazarse con sus hijos. Una de esas alternativas es el fular, una herramienta que, más que un simple pedazo de tela, representa una verdadera revolución en la forma en que vivimos la crianza y el movimiento. Para nuestra familia, el fular no es solo una opción: es una forma de vida.
El origen de nuestro viaje
Todo comenzó hace siete años, cuando nació nuestro primer hijo. Como padres primerizos, estábamos llenos de dudas, pero también de ganas de vivir una crianza basada en el contacto, el respeto y la conexión. Fue entonces cuando descubrimos el porteo con fular. Aquel primer nudo, torpe y lleno de inseguridad, se convirtió con el tiempo en un lazo sólido entre nosotros y nuestros hijos.
El fular no solo nos permitió llevar a nuestros hijos a todos lados; nos regaló una forma de estar más presentes, de mirarnos, de conocernos piel con piel.
Más que porteo: libertad y conexión
La mayoría de la gente piensa en el fular como una herramienta para cargar al bebé. Pero es mucho más que eso. Para nosotros, significó recuperar nuestra libertad de movimiento, viajar sin obstáculos, y experimentar la crianza con apego en cada rincón del mundo.
Desde caminatas en los Andes hasta mercados en Tailandia, desde museos europeos hasta parques en América Latina, el fular siempre estuvo ahí. No solo cargaba a nuestro bebé; también cargaba nuestras emociones, nuestras decisiones, nuestras ganas de seguir adelante como familia viajera.
El fular como alternativa real
Muchas veces, se nos acercaban otras familias preguntando cómo lográbamos viajar tanto con niños pequeños. La respuesta era simple: el fular. Gracias a él, evitamos cochecitos en calles empedradas, escaleras imposibles en estaciones de metro, y sobre todo, pudimos mantener el contacto físico constante que tanto necesita un bebé.
Más que una tendencia, el uso del fular es una decisión profundamente humana. No se trata solo de comodidad, sino de una forma de reconectar con la naturaleza del vínculo madre/padre-bebé. En este artículo se profundiza en cómo el porteo fortalece la relación, algo que vivimos intensamente en nuestro día a día.
Aprendiendo en el camino
Por supuesto, el camino no fue siempre fácil. Aprender a usar un fular requiere paciencia, práctica y mucha observación. Hay diferentes tipos de nudos, tejidos y posiciones. Pero con el tiempo, se convierte en una segunda piel. Como cualquier habilidad importante, el uso del fular se perfecciona con amor y repetición.
Usar el fular no solo es un acto de cuidado; es una filosofía que abraza la lentitud, la escucha activa y la ternura.
Testimonios de una familia viajera
Durante nuestros viajes, conocimos muchas otras familias que también habían optado por esta alternativa. Desde una pareja francesa que recorría África con su hijo a la espalda, hasta una madre canadiense que hacía senderismo por los Pirineos con su bebé en el pecho. El fular une culturas, elimina fronteras, y crea comunidades globales.
Nuestra historia no es única. Pero sí queremos contarla porque sabemos que puede inspirar a otros. Vivimos en una época donde lo inmediato y lo desechable predomina. Pero el porteo con fular nos recuerda que lo esencial toma tiempo, presencia y entrega.
Fular y crianza consciente
El fular es, sin duda, una herramienta poderosa para quienes buscan una crianza respetuosa y consciente. Permite al bebé estar cerca del cuerpo del adulto, escuchar su corazón, sentir su calor, e integrarse al mundo desde un lugar de seguridad. Además, ofrece beneficios físicos y emocionales tanto para el bebé como para quien portea.
En el blog de Kangutingo se destaca cómo el fular puede ser una herramienta transformadora en la crianza, algo con lo que estamos completamente de acuerdo. Cada viaje que emprendimos como familia fue posible gracias a ese tejido que nos sostenía, nos abrazaba y nos impulsaba a seguir moviéndonos juntos.
Un futuro en movimiento
Hoy, nuestros hijos ya no necesitan ser porteados, pero el fular sigue siendo parte de nuestra memoria afectiva. Esos años de cercanía han dejado huellas profundas: en nuestra forma de comunicarnos, en nuestra empatía, en la seguridad emocional que nuestros hijos muestran a diario.
Seguimos recomendando el fular a toda familia que se embarca en la aventura de criar. Porque no se trata solo de moverse; se trata de moverse juntos, conectados, conscientes del aquí y el ahora.
Viajar con fular fue la mejor decisión que tomamos como familia. No solo conocimos el mundo: nos conocimos a nosotros mismos.
Conclusión: una herramienta que transforma
El fular es mucho más que una moda. Es una opción real para quienes buscan una crianza en movimiento, una vida más conectada, y una manera más libre de habitar el mundo con niños. Para nuestra familia viajera, fue la clave de nuestra libertad, de nuestra cercanía y de nuestra felicidad.
Si estás considerando usar un fular, no lo pienses más. Hazlo por ti, por tu hijo y por ese deseo profundo de moverte con amor. Porque, al final, el mundo es más amable cuando lo recorremos con un bebé pegado al corazón.